C35 Y 36. S15. GRADO 9-3. ESPAÑOL. HORA: 10:20 am a 12:10 pm Viernes, 25 de junio

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C35 Y 36. S15. GRADO 9-3. ESPAÑOL. HORA: 10:20 am a 12:10 pm
Viernes, 25 de junio
JOVENES COLOMBIANOS Y EL PARO. CONSTRUIDO CLASE ANERIOR POR LA DOCENTE.
ANALISIS DEL TEXTO, POR ESTRUCTURA, PÁRRAFOS, NUCLEOS Y CATALISIS
SEGUNDA EJERCICIO DE CLASE

LOS JOVENES Y EL PARO.
Por las condiciones sociales, económicas y de salud en Colombia y ante los estragos causados por un año de pandemia, los dirigentes sindicales y las Centrales obreras citaron a paro el día 28 de abril. Todos los gremios se acogieron al llamado en respuesta también, a la indiferencia del gobierno nacional y a las necesidades por las que la mayoría de familias estaban pasando. Los jóvenes de las diferentes universidades y de otros estamentos del país hicieron parte de la marcha multitudinaria y desde tempranas horas de la mañana se encontraron para hacer parte de esta fiesta de protesta.
La protesta se convirtió en un carnaval, en una fiesta de alegría y de conciencia social en donde todos sus integrantes marchaban cantando arengas en contra de la pandemia, del mal manejo por la políticas sociales e institucionales, mientras se fueron sumando más y más marchantes hasta lograr una increíble participación de elementos de todas las instituciones nacionales. Había personas mayores, maestros, maestros universitarios, estudiantes, civiles, personas de la tercera edad, independientes, vendedores ambulantes representantes de esa importante economía informal, gentes del común, es decir estaban presentes y representados todas las posibilidades de ser colombiano. Inicialmente se pensó solo un día de paro, pero por la negación del gobierno, se tomó la decisión de ir más allá y la pasión de los jóvenes por su protesta hizo que se agruparan para enfrentarse con las fuerzas de policía de las diferentes ciudades.
Todos los jóvenes unidos alrededor de un ideal de querer cambiar la dura realidad que nos contiene, pues la pandemia abrió la puerta para mostrar la verdadera condición social de una Colombia llena de necesidades, una nación que en silencio ha sobrellevado la dura carga de su condición social y que vergonzantemente ha guardado su dolor, sus carencias y aguerridamente ha hecho frente a su manera a esos avatares que implican mucho desgaste tanto emocional como físico. Así que, decidieron resistir incondicionalmente de día y noche, convirtiendo los diferentes frentes de la ciudad en campos de batalla, en su lucha contra la fuerza represora de la policía y de los estamentos del Estado. Paralelamente, aparecieron los destructores que se encargaron de vandalizar la ciudad tal vez, agenciados por personas ajenas deseosos de crear el caos. Solo se escuchaban detonaciones de bombas, de balas que se encargaron de ir cegando poco a poco sus vidas.
Las redes sociales, fueron el testimonio en vivo del sufrimiento, la agresión y la respuesta de los muchachos que sin darse cuenta entregaron sus vidas, sus sueños, su futuro y sus ideales cayendo como cartas de naipe pues lo único que querían era más oportunidades, derecho a la Educación, derecho al trabajo, a un país de verdad, con derechos, a la fiesta de la vida, a tener un mejor mañana. También otros que en medio de los enfrentamientos quedaron con alguna discapacidad pue partes de sus cuerpos recibieron artefactos con tanta violencia que los dejaron lisiados. Sus ideales se convirtieron en su sentencia de muerte, en el epígrafe para escribir en sus lápidas dejando a sus familias y en especial a sus Madres sumidas en el más grande dolor y en peores condiciones de cuando todo empezó. Ellos, los suyos nunca pensaron que tendrían que enterrar o perder para siempre sin saber dónde están a sus hijos, hermanos o familiares y que el gozo de la protesta se convirtiera en tanto dolor.
Han pasado unos días un poco largos porque ya casi se completan los dos meses y aún a pesar de que el paro no para y que se han dado treguas para que el país no colapse, siguen cayendo a granel jóvenes implicados y no, porque para el gobierno nacional, los jóvenes futuro de este país, se han convertido en una amenaza y donde quieran que vayan tienen a sus espaldas los ojos de los inquisidores y los esbirros que les persiguen sin descanso, siguiendo las órdenes de una clase poderosa y dominante a la que le asusta la rebeldía, el coraje y la capacidad de enfrentamiento y de lucha con la que ellos han respondido a la agresión indolente de un Estado al que no le importa más que perpetuar su estadía estableciendo el terror y mostrando la crueldad de la que es capaz, solo para que los suyos, los de casta sigan apoderados de un país con dos mares, tan rico, pero sin oportunidades para su pueblo…

ELIZABEH ARANGO R. JUNIO 22 DE 2021. 7:20 am

DE WILLIAM OSPINA
# 1. Parecen cosas que solo ocurren en los cuentos. Tener que quedarse forzosamente en casa, volver a alternar con los hijos, trabajar a distancia, consumir apenas lo indispensable, tratar de tener reservas de las cosas más básicas, querer respirar aire puro, esquivar las aglomeraciones, temer los contactos. Que de pronto se cierren las escuelas, se clausure el comercio, se cancelen los espectáculos, se paralicen las fábricas. Que de un momento a otro las economías se hundan, las monedas colapsen, los transportes se interrumpan, ¿qué nos dice la Tierra con todo esto?
#2. Cuando se presentó la última gran pandemia, la de la gripe española de 1918, no se le experimentó de la misma manera. Era un hecho planetario, pero había que vivirla como un hecho local en todas partes. Ahora, por primera vez, sentimos que nos está ocurriendo lo mismo en el planeta entero. Esta sociedad ultrainformada y ultraglobalizada nos está brindando esa experiencia nueva de compartir la curiosidad, el miedo y la fragilidad de toda la humanidad, nos está haciendo comportar como especie.
#3. Es extraño sentir por primera vez (porque antes fue distinto, y lo vivieron otros) que el tejido de la civilización se conmueve y parece vacilar. Casi nos alcanza el recuerdo de esos viejos oráculos que descifraban señales en el vuelo de las aves, mensajes en los hechos de la naturaleza y en las tragedias de la historia. Ya nada parece azaroso, ni siquiera las formas de las nubes, y al fin se nos revela cuán conectados estamos, de qué manera asombrosa está entretejido este mundo. Entonces cada uno de nosotros se pregunta cuál es el mensaje.
# 4. ¿Que somos muchos ya? ¿Que devorar animales es dañino? ¿Que la mayor parte de los afanes del mundo son vanos? ¿Que la lentitud y la soledad son preferibles? ¿Que las ciudades, más allá de ciertos límites civilizados, son un error y una trampa? ¿Que el modelo económico en que vivimos no solo es desigual e injusto, sino absurdo y asombrosamente frágil? ¿Que las corporaciones pueden derrumbarse con la misma facilidad que los seres humanos? ¿Que lo que llamamos el poder es una brizna de hierba al viento de la historia? ¿Que así como Ricardo al final estaba dispuesto a cambiar su reino por un caballo, hay un momento en que cambiaríamos todas nuestras riquezas por un poco de aire puro en los pulmones, por un sorbo de agua en la garganta?
# 5. Todo viene a recordarnos que podemos vivir sin aviones, pero no sin oxígeno. Que los que más trabajan por la vida y por el mundo no son los gobiernos, sino los árboles. Que la felicidad es la salud, como quería Schopenhauer. Que, como dijo un latino, la religión no es arrodillarse, rezar y suplicar, sino mirarlo todo con un alma tranquila. Que si los humanos trabajamos día y noche por enrarecer la vida, por intoxicar el aire, por arrinconar al resto de los vivientes, por alterar los ritmos de la naturaleza, por destruir su equilibrio, el mundo tiene un saber más antiguo, un sistema de climas que se complementan, de vientos que arrasan, de catástrofes compensatorias, de silencios forzosos, de quietudes obligatorias, ejércitos invisibles que trazan líneas rojas, neutralizan los daños, controlan los excesos, imponen la moderación y equilibran la tierra.
# 6. Después de siglos de atesorar nuestro conocimiento, de valorar nuestro talento, de venerar nuestra audacia, de adorar nuestra fuerza, llega la hora en que también nos toca ponderar nuestra fragilidad, estimar nuestro asombro, respetar nuestro miedo.
# 7. También hay algo poético en el miedo: nos enseña los límites de la fuerza, el alcance de la audacia, el valor verdadero de nuestros méritos. Como el mar, sabe decirnos dónde hay algo que nos supera. Como la gravedad, nos muestra qué poderes están sobre nosotros. Como la muerte y como el cuerpo mismo, nos dice qué mandatos no podemos violar, qué no está permitido, qué frontera es sagrada. Y no lo hace con admoniciones ni discursos ni amenazas, sino con un lenguaje sin palabras, eficiente y sutil como un oráculo, que obra “sin lástima y sin ira”, como dijo un poeta, y que es luminoso e inflexible, como una llama.
# 8. Pero si el miedo es una reacción ante las amenazas del mundo, la angustia es una reacción ante las amenazas de la mente y de la imaginación. Hace evidente el misterio del mundo, aviva la memoria y sus fantasmas, revela la eficacia de lo invisible, el poder de lo desconocido.
# 9. Dicen que lo que no nos destruye nos hace más fuertes. Esa inminencia del desastre pone también un toque de magia aciaga en lo que parecía controlado, un sabor de alucinación en los días, suelta una ráfaga de locura sobre todo lo establecido, un destello de Dios en la prosa del mundo.
# 10. Y sentimos que hay algo que aprender de estas alarmas y peligros. Si todo lo más firme se conmociona, nos enseñan que todo puede cambiar, y no necesariamente para mal. Que si la tormenta lo estremece todo, nosotros también podemos ser la tormenta. Y que en el corazón de las tormentas también puede haber, como decía Chesterton, no una furia, sino un sentimiento y una idea.
# 11. En esa pausa de paciencia y de miedo ganan nuevo sentido las meditaciones de Hamlet y los delirios de don Quijote, los consejos de Cristo y las preguntas de Sócrates, los sueños de Scheherezada y la embriaguez de Omar Kayam. Si hay un mundo cansado y enfermo que cruje y se derrumba, tiene que haber un mundo nuevo que se gesta y que nos desafía.
# 12.- Queremos de pronto decir como Barba Jacob: “¡Dadme vino y llenemos de gritos las montañas!”. Queremos decir, como Nietzsche: “Y que todos los días en que no hayamos danzado por lo menos una vez se pierdan para nosotros, y que nos parezca falsa toda verdad que no traiga consigo cuando menos una alegría”
William Ospina

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